La Guardia Varega se deshizo tras décadas y décadas luchando por Bizancio no sólo por su extenuación física y mental tras un largo asedio y en condiciones de inferioridad frente a un enemigo más poderoso, sino sobre todo por el sentimiento frustrante de la traición y por la ausencia de un jefe fuerte e inteligente al que seguir con la lealtad que había caracterizado todos sus actos bélicos hasta entonces.
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